lunes, 10 de octubre de 2022

Recuerdos de mis años en el CUC, entre 1961 y 1966

Sigo encontrando historias escritas por Eduardo y creo vale la pena recatarlas.... por eso las publico en su blog. Esto escribio el 2015  

"Mi paso por el Colegio Universitario Central (CUC), donde cursé mis seis años de ciclo secundario, ocurrió entre los años 1961 a 1966. 

 Mis recuerdos de esa época, algunos de los cuales ya cumplieron más de cincuenta años “almacenados” en mi memoria, y otros ya van por ese mismo camino, no son muchos, pero aquellos que conservo, los guardo “vívidos y arraigados” como si los hubiera retenido no hace mucho tiempo. 

 Otros recuerdos, los más difusos, se presentan en mi memoria como si se tratara de “fotos borrosas”, o de “páginas con palabras escritas cuya tinta se ha ido diluyendo con el tiempo”. Con estos primeros comentarios quiero ponerme “a cubierto” de toda omisión o error que esos cincuenta años de “almacenaje” puedan “hacerme jugar una mala pasada” en esta oportunidad. En el balance, debo decir que guardo en mi memoria un muy grato y especial recuerdo del Colegio. Allí recibí mi formación “técnica” y también moral que, fueron luego, “herramientas fundacionales” en mi formación universitaria y en la aptitud para encarar mi vida personal y profesional que vino después.. 

Mi primera impresión cuando llegué al colegio en el año 1961, recordada hoy en el año 2013

 El Colegio Universitario Central estaba ubicado en la céntrica esquina de las calles Rivadavia y 9 de Julio de la ciudad de Mendoza. 

 Al menos así lo conocí cuando ingresé en primer año en 1961, y allí cursé mis estudios secundarios hasta mediados del año 1966. 

La segunda mitad de mi sexto y último año del ciclo secundario lo cursé en la actual sede del Colegio en la Avenida San Martín. 

 Creo que la fisonomía del quehacer diario y la apariencia arquitectónica de la esquina de las calles Rivadavia y 9 de Julio de los años 1961 a 1966, y también la del nuevo colegio en la Avenida San Martín, eran bien distintas respecto de las actuales. 

 Aquella esquina del Colegio estaba inmersa en un conjunto edilicio cuya arquitectura era una mezcla de estilos típicos de fines del Siglo XIX y de principio del Siglo XX, con construcciones de los años ’40 en adelante, las cuales ya iban modificando la apariencia de la ciudad y de sus calles a causa de la modernidad. 

 La Avenida San Martín de los años ’60 aún tenía las vías de los tranvías y frente a la nueva sede del Colegio estaban los talleres de reparaciones y mantenimiento de tranvías. Recuerdo que en el año 1966 aún podían verse estacionados y fuera de servicio, como “esperando un destino final”, los clásicos tranvías que por décadas circularon por toda la ciudad de Mendoza. 

 Recuerdo que el nuevo Colegio lucía, en ese segundo semestre de 1966, su patio amplio, sus paredes libres de todo mural o afiche, sin un buffet ni kiosco. Recuerdo que todo era nuevo y en un principio hasta los pizarrones no tenían “huellas de trazos de tiza anteriores”. 

Todo contrataba respecto del viejo Colegio. Era claro, el nuevo Colegio recién se “empezaba a vivir” en aquellos primeros días y, como en todo proyecto, el correr del tiempo iría “dictando” las necesidades para satisfacer su mejor uso. 

 Después de cincuenta años muchas cosas cambiaron, entre ellas, la ciudad y la fisonomía del mismo Colegio. 

 La esquina del viejo Colegio Si uno no conocía con exactitud dónde estaba el viejo Colegio, bastaba con acercarse hacia cualquiera de las cuatro esquinas de las calles Rivadavia y 9 de Julio para darse cuenta en cuál de ellas estaba. Uno descubría la presencia del Colegio sin dubitaciones. 

 Para quienes no fuimos meros transeúntes de la ciudad, sino también para quienes llegamos alguna vez a esa esquina de Rivadavia y 9 de Julio con un fin específico, como fue mi caso por primera vez en el año 1961, bastó sólo mirar ese escenario para inferir que allí funcionaba un colegio importante. 

El señorial edificio del Colegio “hablaba por sí”. El viejo Colegio y su vecindario La presencia del Colegio en esa esquina La fachada del Colegio “llenaba” toda la esquina y una parte de ambas veredas por las calles Rivadavia y 9 de Julio. 

Su presencia en ese conjunto arquitectónico del centro de Mendoza “hablaba por sí misma”. Un imponente portal de ingreso con sus puertas de madera maciza “anunciaba a todas voces”, a todos los transeúntes que llegaban hasta esa esquina, que allí estaba el ingreso al Colegio. 




 Ese portal de ingreso que daba a la calle Rivadavia “abría” el acceso a un amplio vestíbulo con piso embaldosado y luego, hacia el interior del Colegio. Importantes escalones de mármol blanco, ya gastados por el paso de muchos alumnos durante tantos años, sorteaban el desnivel entre la vereda y el interior del edificio. Una imponente puerta de madera traslúcida con vidrios biselados, dispuesta en cuatro secciones, dos paños fijos en los laterales y dos paños de abrir en el centro, separaban aquel vestíbulo del interior del Colegio donde se disponían el patio principal, las aulas, un segundo patio y dependencias de la Secretaría, la Dirección y la Sala de Preceptores. 




 Cuando se ingresaba a ese patio interior ya se distinguía la disposición de sus aulas en derredor del patio, y se podía apreciar las dimensiones de las paredes y de las columnas interiores que sostenían los techos de las galerías. Allí se tomaba conciencia que se había ingresado en una casa que tenía mucha historia, y podía imaginarse que se trataba de una casa donde se habrían sucedido muchas historias de vida. Al terminar el patio principal, hacia la derecha, se distinguía una enredadera que “abrazaba” una de las columnas de la galería, y más al fondo, otra galería conducía al segundo patio, más chico que el anterior. Al terminar esta galería, a sendos lados se ubicaban, a la derecha, la Sala de Profesores, la Secretaría y la Dirección del Colegio, y a la izquierda, la Sala de Preceptores y la Biblioteca. 

 Recuerdo que la Sala de Profesores era relativamente pequeña, había una mesa central y no más de media docena de sillas. Era una “especie de antesala” de la Secretaría del Colegio, el despacho que “siempre fue” para nosotros, el de la Señorita Irma Suárez. A continuación de este despacho, se encontraba la Dirección del Colegio que ocupaba por ese entonces el Profesor Pedro Rodríguez Vara. La disposición en planta de las salas, aulas y locales del Colegio en la esquina de calles Rivadavia y 9 de Julio era similar a la mostrada en el siguiente croquis (sin escala). 

 Disposición de los locales del Colegio Universitario Central en el predio de las calles Rivadavia y 9 de Julio de la ciudad de Mendoza (croquis sin escala) 

 Las actividades del Colegio 

 En el edificio del Colegio de las calles Rivadavia y 9 de Julio se cursaba el bachillerato secundario en Turno Diurno y en Turno Nocturno. 

 El bachillerato del Turno Diurno era de seis años y las clases se dictaban de lunes a sábado. Por una cuestión de espacio físico, los alumnos que concurrimos al Turno Diurno cursamos nuestros primer y segundo años en horario de mañana, y los restantes años lo hicimos en el turno tarde. El último semestre de nuestro “sexto año” fuimos trasladados al nuevo edificio de Avenida San Martín, y allí cursamos los últimos meses en el Turno Mañana, porque en el nuevo Colegio se disponía de espacio para todos los cursos del mismo Turno Diurno. 

 El Bachillerato del Turno Nocturno era de cinco años y las clases se dictaban de lunes a viernes, en un solo turno vespertino. 

 Por aquella misma razón de falta de espacio físico en el edificio de las calles Rivadavia y 9 de Julio, las clases de Química y las correspondientes clases de laboratorio se dictaban en un edificio, también del Colegio, que disponía en la calle Patricias Mendocinas, entre Montevideo y San Lorenzo. En ese edificio, también tan antiguo como el otro, se encontraban las oficinas administrativas del Colegio y otras dependencias de la Universidad Nacional de Cuyo. 

 Las clases de Gimnasia no eran mixtas, y se dictaban en dos jornadas a la semana en horario contrario al de las clases del Colegio. 

En los dos primeros años de mi secundario, las clases de gimnasia para varones fueron dictadas en las instalaciones del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de la Ciudad de Mendoza, ubicado en calle Pedro Molina, entre Patricias Mendocinas y Avenida España, en el predio que hoy ocupa la Escuela Arístides Villanueva. Las instalaciones del Cuerpo de Bomberos disponían, además de los locales propios del cuartel, de una cancha de básquet con piso de tierra y de un “aún más” viejo edificio de adobes, en el que había unas habitaciones que “oficiaban” de camarín y baño. 

Cuando “pasé al tercer año” de mi secundaria, la Universidad Nacional de Cuyo dispuso de la sede de deportes que se ubicaba en la calle Rondeau, entre Primitivo de la Reta y San Juan, y a partir de ese año tomamos nuestras clases de gimnasia para varones en ese edificio. 

 Yo no recuerdo dónde las “chicas” recibían sus clases de gimnasia, pero al final de cada año lectivo se hacían las “exhibiciones gimnásticas”. En los primeros años estas exhibiciones se realizaron en las instalaciones del Estadio Pacífico, en la calle Perú, y luego en la mencionada sede de deportes de la calle Rondeau. 

Mis recuerdos sobre las Tribus Huarpe y Pehuenche 

 Creo que todo aquello de la formación de las Tribus Huarpe y Pehuenche, y luego de la competencia entre ellas, comenzó aproximadamente entre 1963 ó 1964 si mal no recuerdo.

 Antes de que “nacieran” las tribus en el CUC, los colegios secundarios de la Universidad Nacional de Cuyo (el CUC, el Magisterio, el Liceo Agrícola y el Martín Zapata) tenían un evento anual deportivo – cultural a modo de olimpíadas secundarias. Estas jornadas de deporte y encuentros estudiantiles se realizaban anualmente hacia fines del mes de Agosto y en Setiembre, y culminaban el 21 de Setiembre para conmemorar el Día del Estudiante. 

 Yo diría que aquellas “olimpíadas”, o mejor dicho el “espíritu” de esas olimpíadas, fue lo que animó e incentivó a que el CUC creara las Tribus y la competencia entre ellas. Hasta donde yo tengo conocimiento ningún otro colegio secundario tuvo una iniciativa similar. 

 Aquellas olimpíadas estudiantiles precursoras de las Tribus eran organizadas por el área de deportes de la Universidad Nacional de Cuyo. De esta área dependían directamente los profesores de educación física que nosotros teníamos en los colegios. Muchas veces nos juntábamos en un mismo predio para tomar esas clases de gimnasia, por un problema de horarios, o quizás de logística o por falta de espacios para la práctica de deportes, alumnos del CUC y del Martín Zapata, y del Liceo Agrícola. 

Habitualmente cuando ocurrían estas superposiciones de horarios y clases de gimnasia de varones, siempre se organizaba algún evento deportivo competitivo y así la clase de gimnasia terminaba con un partido de fútbol, o de básquet, o improvisadas exhibiciones de gimnasia entre los colegios. 

 Estas clases de gimnasia con competencias eran muy parecidas en lo deportivos a aquellas de las olimpíadas, con la excepción de que no habían tribunas, y si las había, tenían un número muy reducido de hinchas. Como aquellas clases de gimnasia no eran mixtas, esos “partiditos” surgidos de las mismas clases tenían la tribuna integrada sólo por los asistentes varones en nuestro caso. 

En cambio, durante las olimpíadas estudiantiles, la cuestión era muy distinta. Allí las tribunas estaban integradas por chicas y muchachos de varios colegios, y entonces el colorido del conjunto y el griterío alentador para uno u otro equipo daban ese espíritu característico de aquellas olimpíadas estudiantiles. 

 Estas fiestas de las olimpíadas concluían con un baile que se realizaba en la sede del comedor universitario, el Hogar y Club Universitario, que funcionaba en la calle Rivadavia al lado del edificio viejo del CUC. 

 Por alguna razón que no nos explicaron, las olimpíadas secundarias de los colegios de la Universidad dejaron de realizarse de un año para el otro. La “inesperada” noticia de la suspensión de las Olimpíadas estudiantiles nos llegó de la voz de la Señorita Irma Suárez, quien era la Secretaria de la Dirección del Colegio CUC, y a la vez, la coordinadora de las olimpíadas “extramuros” (hacia fuera del colegio). La Señorita Suárez y las preceptoras representaban para nosotros, entre otros aspectos del funcionamiento del colegio, los referentes para la realización y el desarrollo de estos eventos deportivos. Así fue que nosotros, como buenos adolescentes, expresamos nuestro parecer y la Señorita Suárez y las preceptoras fueron las primeras “receptoras” de nuestras opiniones. 

 Recuerdo la desilusión que nos embargó a todos, incluidas a la Señorita Suárez y a las preceptoras, cuando nos transmitieron aquella noticia sobre la suspensión. El hecho que no tuviéramos más olimpíadas “cayó como un balde de agua fría para todos” y fue largamente comentado entre los alumnos, con la Señorita Suárez y con nuestras preceptoras. 

 Fue entonces que, a partir de tal suspensión, y mucho creo también, a partir del entusiasmo despertado anualmente por la realización de las mismas, el CUC organizó estas competencias “intramuros” dividiendo el alumnado en dos grupos, que se llamaron “tribus” y a las que le pusieron los nombres de “Huarpe” y “Pehuenche”. 

 En aquella primera oportunidad, uno era “Huarpe” o “Pehuenche” por sorteo y no por elección. Una vez que era nombrado “indio” de una tribu no se podía pasar a la otra. Sobre este asunto no cabían alternativas, tampoco excepciones. 

 Una primera cuestión que hubo que resolver fue la identificación de los “indios” de una y otra tribu. Fue así que se crearon los escudos distintivos de cada tribu, del mismo modo que oportunamente el Colegio había hecho lo propio con el escudo distintivo para las Olimpíadas.

 Escudo distintivo de los alumnos del Colegio Universitario Central Año 1963 ó 1964 

 Primer escudo distintivo de la Tribu Huarpe del Colegio Universitario Central Año 1963 ó 1964 

 Fue así como en esos años, 1963 ó 1964, se inició este evento de las Tribus Huarpes y Pehuenches. 

 En un principio se compitió en aquellas disciplinas en que el Colegio participaba en las Olimpíadas (atletismo, fútbol, rugby, tenis, softball, basketball, pelota al cesto (mujeres), tenis de mesa, ajedrez, entre otros). 

Pero como el número de equipos que se podían formar con los alumnos del colegio no era suficientemente grande, y/o el número de participantes por deporte no permitían conformar muchos equipos, la competencia se terminaba rápidamente y muchas veces ya se sabía de antemano quien era el ganador porque dentro del Colegio nos conocíamos todos. 

Luego, ni las tribunas tenían el espíritu de fiesta de las anteriores Olimpíadas, ni estas nuevas competencias “intramuros” tenían la “competitividad” de las anteriores. 

Tampoco la fiesta de cierre de esta competencia entre Tribus tenía comparación con “aquellas fiestas de baile de los 21 de Setiembre” en el Hogar y Club Universitario de la calle Rivadavia. 

 De aquellos años de Olimpíadas y de juegos deportivos entre “Tribus” conservo dos recuerdos. Uno es el escudo del Colegio y el otro es el “primer” escudo de la Tribu Huarpe, a la cual yo pertenecía. 

 Los alumnos de 5to Año del Colegio en el año 1965 

 La siguiente es una foto que nos fuera tomada en el año 1965, cuando cursábamos 5° Año. Ciertamente muchos de los que estamos en esa foto fuimos luego los que egresamos en el año 1966. En la oportunidad que fue tomada esa foto estuvimos acompañados de la Sra Profesora Nelly, nuestra profesora de Geografía a quien le tocó en “suerte” que el fotógrafo estuviera disponible para nosotros en su hora de clase. La foto fue tomada en el patio principal del viejo Colegio de calles Rivadavia y 9 de Julio, desde en interior del patio principal hacia la calle, en el mismo sentido que uno tomaba para salir del Colegio. En el fondo de la foto se distinguen varios elementos que caracterizaron la arquitectura del Colegio: La hermosa puerta de madera y vidrio de cuatro paños en la entrada principal a la cual me referí anteriormente, que comunicaba el interior del Colegio con el vestíbulo y la calle Rivadavia. A ambos lados de la puerta principal, las puertas de ingresos a las dos aulas grandes, cuyos ventanales enrejados daban a la calle. Las dos columnas que soportaban una de las dos galerías que tenía el patio principal. El solado del patio de baldosas negras y blancas, dispuestas como un tablero de ajedrez, muy usado en la época que el edificio del Colegio se construyó. 

 Los alumnos de 5° Año del Colegio Universitario Central, en el año 1965 

La siguiente es la misma foto anterior en la que he incluido un número para “tratar” de identificar con su nombre a cada alumno. Empleo el verbo “tratar” porque después de cuarenta y ocho años “de distancia” entre el instante de esa fotografía y hoy, hay muchos compañeros a quienes no asocio por su nombre. 


  1.  nn 
  2. Norma Susana Marchessi 
  3. nn 
  4. Nélida Elba Lochet 
  5. Juliana esther Tocino 
  6. Eduardo Guillermo Martinez 
  7. Carlos Eduardo Lucer 
  8. Ernersto Pascual Rubio 
  9. nn 
  10. Sandra Bruna Sernagiotto 
  11. Edgardo Alberto Aldunate 
  12. Graciela Beatriz Bekerman 
  13. nn 
  14. Beatriz Felisa Marini 
  15. Elio Néstor Arreghini 
  16. Enrique Julio Bru 
  17. Norma Gladis Sette 
  18. María Cristina Figueroa 
  19. Rolando Hugo Martinez 
  20. nn 
  21. Aurora Silvia Mens 
  22. nn 
  23. Teresita Lona 
  24. nn 
  25. Norma Elena pacheco 
  26. nn 
  27. Silvia Raquel Bustos 
  28. nn 
  29. Sra Nelly, Profesora de Historia o de Geografía 
  30. nn 
  31. Adela Elvira Catón 
  32. nn 
  33. nn 
  34. nn 
  35. Osvaldo Gabriel Barrera 
  36. Carlos Alberto Domínguez 
  37. nn 
  38. Oscar Raimundo Luna 
  39. Víctor Bay 
  40. nn 
  41. Roberto Esteban N. Ubertone 
  42. Carlos Ernesto Borzani 
  43. Julio Ramón Ippoliti 
  44. Antonio Miguel Ferrando 
El Programa de Actos de la Promoción 1966 


Programa de Actos de la Promoción 1966 Carátula y Nómina de Egresados 

 Programa de Actos de la Promoción 1966 Programa de festejos y Nómina de Premiados 

 Las ventajas comparativas, también competitivas, que el Colegio me dio 

 A los pocos meses de egresar del CUC en 1966 me trasladé a la provincia de San Juan donde inicié mi carrera universitaria de Ingeniería Electromecánica y me recibí en el año 1973. 

 Empecé a cursar las materias del primer año, y allí me encontré con compañeros que provenían de diferentes colegios: industriales, bachilleres universitarios como yo, bachiller con orientación contable y bachiller solamente. 

 Aquí empezaron las primeras comparaciones en la educación secundaria que habíamos recibido cada uno. Sin lugar a dudas en el primer y segundo años de la carrera de ingeniería, los alumnos procedentes de escuelas industriales tenían una ventaja comparativa con el resto de los alumnos que era notable. Ellos tenían un conocimiento tal sobre las materias universitarias de estos dos primeros años que les permitía cursarlas sin mayores sobresaltos, yo diría que lo hacían “casi en piloto automático”. 

Cuando sobrevinieron los restantes años de la carrera y las materias fueron ya de la especialización de la ingeniería elegida, estos alumnos provenientes de colegios industriales dejaron de tener aquella ventaja comparativa inicial y tuvieron que ponerse a estudiar como cualquiera. Pero ya habían pasado dos años de iniciada la carrera y el “ritmo de estudio” requerido no lo habían adquirido, y fue así como muchos de ellos abandonaron la carrera o se retrasaron varios años en recibirse. 

 Los alumnos procedentes de bachilleratos con orientación contable y bachiller común tuvieron problemas desde un principio porque aquellas materias de los dos primeros años eran novedosas para ellos en todos los aspectos. Estos alumnos debieron adaptarse rápidamente al nuevo escenario, y fue así que entre ellos aparecieron las primeras deserciones de la carrera. 

 Los alumnos que procedíamos de un bachillerato universitario, tal como el que yo había recibido en el CUC, nos encontramos en una situación intermedia. Nosotros habíamos recibido en quinto y sexto años del secundario el aporte de materias específicas de las ingenierías (Matemática y Geometría, Análisis Matemático, Geometría Analítica, Química y Física). Este cúmulo de conocimientos adicionales a cualquier bachillerato no técnico nos dio la ventaja comparativa “necesaria y suficiente” como para que el impacto entre los ambientes de estudios secundario y universitario no fuera agresivo, pero a la vez nos obligó a “tomar el ritmo de estudio universitario” desde un principio de la carrera, ritmo que luego mantendría en mi caso, hasta el final de mis estudios. 

 Fue al final de mi carrera universitaria cuando pude visualizar, haciendo una mirar retrospectiva, esa ventaja comparativa inicial que me había dado la educación del Colegio Universitario Central de Mendoza. También comprendí que esa misma ventaja, la que he definido como “suficiente y necesaria”, fue a la vez una ventaja competitiva pues me obligó a mantener durante los años de cursado de la carrera universitaria un sostenido “ritmo de estudio” sin claudicaciones. 

 También debo decir que las otras materias que estudié en el CUC, la de orientación humanística, también me dieron ventajas durante mi desarrollo profesional de la ingeniería. En ese sentido puedo decir que el ejercicio de la profesión antepone a uno todo tipo de problemas. 

Si yo tuviera que resumir en categorías los problemas que he debido enfrentar en mis cuarenta años de profesión, diría que hay dos clases de problemas: los problemas técnicos y los problemas humanos.
 
 Los problemas técnicos siempre tienen una solución, habrá que invertir más o menos recursos de la naturaleza que fuera necesaria, pero siempre hay la solución, más tarde o más temprano. 

 Los problemas humanos no siempre tienen solución, y aquí radica la dificultad mayor. En todos los casos uno debe “apelar” a todo el potencial personal que dispone para encontrar una respuesta apropiada. 

Es mi opinión que es en estas circunstancias cuando los valores humanos y los conocimientos humanísticos, adquiridos en el hogar, en el Colegio y en la vida, “juegan su papel” más trascendente."