lunes, 6 de mayo de 2013

024 - Mi Padre Bernardo Daniel Martinez Rosell


024 - Mi Padre Bernardo Daniel Martinez Rosell

Mi Padre fue Bernardo Daniel Martinez Rosell, hijo de Don Bernardo Martinez Martinez y de Doña Encarnación Rosell i Boher.

Nació el 14 de Mayo de 1912 en Chacras de Coria, Luján de Cuyo, Mendoza, Argentina, y fue bautizado en la Iglesia Catedral de Nuestra Señora de Loreto, de la ciudad de Mendoza. Su bautismo se encuentra registrado en el Libro XV, folio 13 de esa Iglesia Catedral.

Mi Papá falleció inesperadamente a la edad de 42 años, el 25 de Abril de 1955, en la ciudad de Mendoza, Argentina.

El próximo 14 de Mayo de 2013 se cumplirán 101 años de su nacimiento.

Quiero conmemorar este acontecimiento recordándolo con la narración de esta historia, en la que refiero a la parte de su vida tal como yo la compartí con él, la parte de ella que me contaron y la parte que pude rescatar y comprender luego de leer “papeles viejos” y amarillentos.


La Familia Martinez Wurster en Playa Amarilla, Concón, Viña del Mar, Chile, en Enero de 1954. De izq a der: Victoria Cabanat, mi Madre Mausy Wurster, mi Padre Bernardo Martinez y mi hermano Bernardo. Adelante: mi hermana Ana María y yo (Eduardo).
(Foto del archivo de Eduardo Martinez Wurster)

Mi Padre Bernardo y su familia paterna

El Abuelo Bernardo Martinez Martinez y la Abuela Encarnación Rosell i Boher se casaron en el año 1898 ó 1899, y en cuanto pudieron se fueron a vivir a la casa junto a la bodega de la calle Pueyrredón 1216 de Chacras de Coria. Esa propiedad había sido una vieja y pequeña bodega con finca implantada con uvas malbeck que había pertenecido a un Sr. Sosa, y que el Bisabuelo y el Abuelo compraron hacia el año 1899. Ellos la ampliaron y la modernizaron con la construcción de la casa familiar y de nuevos cuerpos de bodega y destilerías, y otras instalaciones e infraestructura necesarias para la nueva dimensión y proyección comercial del establecimiento vitivinícola.

El aspecto final que la bodega y la finca adquirieron hacia el año 1925 es el que se muestra en la siguiente fotografía:


 La propiedad del Abuelo Bernardo, desde 1899 hasta 1970 aproximadamente. Los edificios corresponden a la bodega y destilería, las demás instalaciones y la casa familiar. A la izquierda de los edificios se observa la finca de 35 hectáreas de uvas malbec implantadas antes y después de 1899. Al fondo se divisa el perfil de la precordillera de Los Andes, y más atrás la Cordillera de Los Andes propiamente dicha y el Volcán Tupungato. (Foto del Archivo de Eduardo Martinez Wurster)

Los Abuelos Encarnación y Bernardo formaron la Familia Martinez Rosell y tuvieron cinco hijos. Todos los niños formaron la primera generación de la familia en la Argentina.


 Árbol genealógico del Abuelo Bernardo Martinez Martinez y de la Abuela Encarnación Rosell i Boher y la primera generación de descendientes (Archivo de Eduardo Martinez Wurster)

Mi Padre Bernardo fue el tercero de esos cinco hijos.

Mi Tío Fernando fue el mayor y nació en el año 1906 en la casa que mis Bisabuelos Fernando Luis Martinez Perez y Dominga Martinez Martinez tenían en la Avenida San Martín 2189, en la conocida “Alameda” de la ciudad de Mendoza. Luego nació mi Tía Rita en el año 1908, también en esa casa de los Bisabuelos. Luego vinieron mi Padre que nació, como mencioné, el 14 de Mayo de 1912, mi Tía Dominga Emilia que nació el 14 de Julio de 1914 y mi Tío Luis Domingo el 29 de Noviembre de 1918. Estos tres chicos nacieron en la casa de la bodega de Chacras de Coria, Mendoza

La vida de los niños Martinez Rosell se desarrolló inmersa en un hogar católico lleno de armonía y pleno del cariño que sus Padres les brindaron. Era una familia en la que “no se tiraba manteca al techo” porque no la tenían, pero tampoco pasaron mayores sobresaltos económicos. 

La Abuela Encarnación Rosell i Boher

La Abuela había nacido en Sant Salvador de Toló, Lérida, Cataluña, España, el 02 de Febrero de 1885. Ella falleció en Chacras de Coria, Luján de Cuyo, Mendoza, Argentina, el 25 de Junio de 1931 y sepultada en el Cementerio de la Capital de Mendoza.

Ella dedicó su vida a la crianza y educación de sus cinco hijos, y acompañó y apoyó al Abuelo Bernardo en todas las iniciativas y las decisiones que él tomó acerca del crecimiento de su bodega y de sus fincas y, también, sobre nuevos emprendimientos familiares. La Abuela fue un “pilar esencial” para reafirmar las ideas del Abuelo sobre la formación de instituciones que, con los años venideros, se consolidarían en el “entretejido” empresarial, facilitando y beneficiando el desarrollo económico y político de Mendoza.

La Abuela Encarnación contó con la colaboración de personas invalorables para llevar adelante su casa, la economía hogareña y los quehaceres domésticos y el cuidado de los hijos. Allí estuvieron Victoria Cabanat y ocho de sus sobrinas, entre ellas, las recordadas Adela y Juana, quienes aprendieron “las cosas de la Abuela" transmitidas por la Bisabuela Rita Boher i de Carabassa, y procedentes de Sant Salvador de Toló vaya a saber uno desde cuantas generaciones de ancestros. Las sobrinas de Victoria se quedaron en la casa de la Abuela hasta que cada una de ellas se fue poniendo de novia y luego se fueron de la casa a medida que se fueron casando. Victoria Cabanat, por alguna razón personal, vivió toda su vida con la Familia Martinez, hasta la muerte de mi Abuelo Bernardo en 1942 en la Familia Martinez Rosell, luego en la Famila Martinez Wurster hasta el año 1978 aproximadamente.

La Abuela compartió su tiempo haciendo obras de caridad y de beneficencia, ayudando a personas necesitadas a través de su acercamiento a la Iglesia y al Arzobispado de Mendoza. La Abuela Encarnación cultivó una amistad personal con el Arzobispo de Cuyo y de Mendoza, Monseñor José Américo Orzali, y con el Obispo de Mendoza, Monseñor Cleto Zabalza. A través del Arzobispo y del Obispo, y de la administración eclesiástica por ellos dirigida, la Abuela Encarnación encaminó sus obras benefactoras.

Su hija, Dominga Emilia Martinez Rosell, mi Tía Ñata, nos dejó los siguientes recuerdos escritos sobre la Abuela Encarnación: “… fue la persona más humana, caritativa, que ayudaba a toda la población, entre otras cosas, poniendo inyecciones y proveyendo alimentos a las madres que no podían criar a sus hijos…”.También la Tía Ñata agregó entre sus recuerdos: “… En nuestra casa de la Bodega se hospedó Monseñor Orzali, primer Obispo de Cuyo, en lo que se llamaban visitas pastorales…”.


 Memorias manuscritas de la Tía Ñata, Dominga Emilia Martinez Rosell de Lucero, de fecha 09 de Mayo de 1997. 
(Foto del archivo de Eduardo Martinez Wurster)

El Diario UNO de Mendoza publicó el artículo “Las Chacras de Coria”, escrito por Luis Alberto Coria, en el que se hace mención a los “Pobladores conspicuos del corriente siglo…”, refiriéndose al Siglo XX. Este artículo nombra, entre esos habitantes sobresalientes de Chacras de Coria, a la Abuela Encarnación:

-        “… Entre los pobladores que vivieron en la localidad a principios de la centuria se recuerdan, además de los ya mencionados, a los médicos Francisco B. Correas y Pedro P. Mendez, el aviador capitán Luis C. Candelaria, el educacionista José Regino del Valle, los benefactores Miguel Aguinaga y Encarnación Rosell de Martinez, el teniente general Edelmiro J. Farrel, ex - presidente de la República quien en Chacras de Coria poseía una importante propiedad rural…”.

El Abuelo Bernardo Martinez Martinez

El Abuelo había nacido en Piedralba, León, España, el 01 de Marzo de 1867. Falleció en Chacras de Coria, Luján de Cuyo, Mendoza, Argentina, el 24 de Agosto de 1942 y fue sepultado en el Cementerio de la Capital de Mendoza.

El Abuelo dedicó, en aquellos años de formación de su familia, sus esfuerzos para consolidar los negocios que había emprendido con el Bisabuelo desde su llegada a Mendoza aproximadamente en 1890. Fortaleció la producción del molino harinero de La Carrodilla, con la producción de trigo y alfalfa, y continuó con el negocio de la harinería y los corralones que disponían en la ciudad de Mendoza. Gracias a su iniciativa y fuerza emprendedora, puso en plena producción la actividad vitivinícola de la bodega y de sus viñedos y logró expandir la comercialización de sus productos más allá de los límites de la provincia de Mendoza y de Argentina. Como aquellos años, me refiero a los de principio del Siglo XX, no eran tiempos “fáciles”, como tampoco lo son los de hoy en día, el Abuelo junto con otros empresarios de Mendoza y de San Juan, la mayoría de ellos inmigrantes o hijos de inmigrantes, se vieron en la necesidad de conformar las instituciones y sociedades que debieron crear para defender los intereses de sus propias industrias y establecimientos, y por extensión, los intereses de la Provincia de Mendoza. Muchos de esos hombres, entre ellos el Abuelo, debieron luego formar parte de los respectivos directorios de esas empresas creadas para asegurar que los objetivos que llevaron a la formación de las mismas se cumplieran. Muchas de esas instituciones y sociedades creadas por aquellos hombres hace aproximadamente un siglo, aún hoy existen y funcionan formando parte del quehacer económico de Mendoza y Nacional.

El Abuelo Bernardo también dedicó parte de su tiempo a instituciones de bien público. Aquel mismo artículo del Diario UNO de Mendoza, “Las Chacras de Coria”, escrito por Luis Alberto Coria, nombra al Abuelo Bernardo. Tal mención del Abuelo y de otros hombres y mujeres de la época refiere a “… Otros hechos progresistas…” ocurridos en la localidad de Chacras de Coria que, siendo casi de orden fundacional de una sociedad moderna, no se concretaron por “obra de la casualidad” sino la iniciativa, el empuje y la perseverancia de aquellos hombres y mujeres. Aquel artículo del Diario UNO señala que:

-        “… En 1909 Julia Fernández fundó la biblioteca popular Mariano Moreno, anexa a la escuela Teresa O’Connor…”.

-        “… Una comisión municipal del distrito que funcionó entre 1910 y 1915 presidida por Bernardo Martinez y Feliciano Torres obtuvo la instalación de corriente eléctrica en la ciudad…”

-        “… En 1920 se inauguró una sala de primeros auxilios sostenida por los vecinos. La primera comisión se integró por Bernardo Martinez, Víctor Longote, Rosario Sausano, Francisco Bilbao, José F. Cabreras, Carlos Elías y Manuel F. Cuitiño…”.

La vida de los hijos de la Familia Martinez Rosell

La vida de los niños discurrió en ese “solar” de Chacras de Coria, en la casa paterna junto a la bodega de la calle Pueyrredón 1216, embebida de los avatares de esos ambientes social y empresarial a los cuales los Abuelos dedicaban parte de sus respectivos tiempos.

Cuando los hijos de la Familia Martinez Rosell tuvieron la edad para iniciar sus estudios, los Abuelos no midieron esfuerzos económicos y los niños fueron inscriptos en los mejores colegios de Mendoza de la época que estuvieran más cerca de Chacras de Coria. 



Mi Padre Bernardo Daniel Martinez Rosell cuando tendría entre 6 y 7 años, año 1918 a 1919
(Foto del archivo de Eduardo Martinez Wurster)




Mi Padre Bernardo Daniel Martinez Rosell en su primera Comunión, en el año 1922
(Foto del archivo de Eduardo Martinez Wurster)




Mi Padre a los 15 años de edad, en el año 1927
(Foto del archivo de Eduardo Martinez Wurster)

Por cierto que a la hora de discernir cuáles escuelas eran las apropiadas para la educación de sus hijos, los Abuelos eligieron colegios católicos. Por datos y alguna información que pude encontrar en mis investigaciones sobre la familia, los cuales compartiré en otra de estas “Historias de mi Familia”, creo que tal decisión de los Abuelos Bernardo y Encarnación ha de haber estado fundamentada en aquella misma devoción religiosa “acunada” en los respectivos hogares de sus padres, sus abuelos y bisabuelos de Piedralba, en León, y de Sant Salvador de Toló, en Lérida, Cataluña.

Ese legado religioso de las familias traído desde España se trasladó a la práctica activa de la religión católica en el seno del hogar y en la comunidad. Una prueba de ello fueron las donaciones la Abuela Encarnación efectuó para la compra del terreno y la construcción de la Parroquia del Perpetuo Socorro de Chacras de Coria, y también, aquel comentario que mi Tía Ñata hizo en su carta del 09 de Mayo de 1997, cuya fotografía he mostrado anteriormente. En esa carta, mi Tía que “… En nuestra casa de la Bodega se hospedó Monseñor Orzali, primer Obispo de Cuyo, en lo que se llamaban visitas pastorales…”.

Los chicos, cada uno a su tiempo, debieron ser trasladados desde Chacras de Coria a la ciudad de Mendoza para llevarlos al colegio. Para ello debían recorrer un trayecto del orden de los 17 kilómetros por los caminos de aquella época. Por una cuestión de practicidad, los Abuelos optaron enviar a sus hijos bajo el régimen de “alumnos medio pupilos”, esto es, alumnos con doble turno escolar (mañana y tarde) y con almuerzo incluido en el mismo colegio. Así las cosas, tengo algún recuerdo que mi Tío Fernando fue inscripto primero en el Colegio San Buenaventura, fundado en Mendoza en el año 1890, y después fue trasladado al Colegio San José de los Hermanos Maristas, que había abierto su escuela en la ciudad de Mendoza en Marzo de 1917, en el edificio de la Avenida San Martín al 900. Mi Padre y mi Tío Luis fueron inscriptos en el Colegio San Buenaventura [1], que dependía de la Orden Franciscana de Mendoza, y estaba ubicado en la manzana circunscripta por las calles Necochea, Patricias Mendocinas (antes llamada Libertad),  la Avenida Las Heras y Avenida España.

Recuerdo algunas anécdotas contadas por mi Padre y mi Tío Luis sobre sus vivencias de esos viajes “a la ciudad”, como ellos le llamaban, también algunas de esos años pasados en las escuelas primaria y secundaria. Son recuerdos que sobrevienen a mi memoria con “pocos detalles”, aparecen como si fuesen imágenes que se proyectaran “borrosas” y en “blanco y negro”.

En esos primeros años de escuela, al menos hasta antes de 1930, estos viajes entre Chacras de Coria y la Ciudad de Mendoza se hacían por calles de tierra pues el Carril a Luján de Cuyo, la ex – Ruta Nacional 40, recién quedó pavimentada hacia principios de ese año 1930. Esos viajes a las escuelas de los chicos se hacían en el “break” que el Abuelo había comprado a principios de 1900. El “break” era un típico carruaje de los años 1890 tirado por uno hasta tres caballos que luego nosotros, los nietos, pudimos conocer y disfrutar.

Recuerdo que ellos contaban que esos 17 kilómetros entre la casa y el Colegio San Buenaventura lo recorrían dos veces por día, a la mañana temprano y a la “tardecita”, desde el otoño cuando comenzaban las clases en las escuelas, pasando por el invierno y la primavera. En esos viajes todos los viajeros, desde el chofer hasta los acompañantes y pasajeros, debieron soportar mucho frío, viento y lluvias, y a menudo, los trastornos provocados por el barro.

En muchos de esos viajes los acompañaba el Abuelo Bernardo para realizar sus actividades empresarias y bancarias. Cuando el Abuelo no los acompañaba, los chicos eran acompañados por el chofer del “break”, quien era, a decir de mi Padre, una persona de la extrema confianza de la Familia Martinez Rosell.


El “break” del Abuelo Abuelo comprado a principios de 1900, fotografiado en el callejón principal de la viña de la bodega de Chacras de Coria, desde el lado sur hacia el norte. Al fondo a la izquierda se observan las instalaciones de la bodega.
(Foto del Archivo de Eduardo Martinez Wurster)

A mitad de ese recorrido, más preciso sobre el actual carril a Luján de Cuyo, en La Carrodilla, estaba ubicada una propiedad que el Bisabuelo había adquirido antes de 1896 y en la cual se guardaban caballos y otros animales. En este punto del trayecto, todos los días, dos veces al día, el break detenía su marcha para efectuar el cambio de caballos.

Por lo que recuerdo de aquellas anécdotas contadas, ser un alumno de media jornada, un alumno “medio pupilo” o “pupilo”, eran cosas muy distintas. Como en todas las cosas, en ésto también había un lado malo y otro bueno.

El lado malo. Los alumnos “medio pupilos” debían tomar el almuerzo en el colegio. A juzgar por los recuerdos contados, parecía que la comida que les daban en el colegio no tenía punto de comparación con aquella que la Abuela Encarnación y/o que Victoria Cabanat les preparaban en la casa paterna. Pareciera que los “caprichitos de entre casa” desaparecían a la hora de comer en el colegio. Recuerdo que mi Padre y mi Tío decían: “… O comíamos lo que nos daban, o no comíamos nada… …y había que esperar a la noche para llegar a la casa…”. Era claro que tanto la Abuela como Victoria los tenía “mal acostumbrados” o los mimarían en demasía. Sobre esto puedo dar un testimonio personal, puesto Victoria siempre nos hizo de comer y nos “mimoseó” con aquellas comidas y postres que a nosotros, los hijos de Mausy, nos gustaba. Recuerdo al respecto que mi Madre siempre regañaba a la hora del almuerzo y de la cena: “… Victoria,… …esta casa no es un restaurant,… … no es posible que cada niño tenga una comida distinta…”. Y solía agregar uno de sus dichos predilectos, al parecer bastante antiguo por cierto: “… mis hijos parecen que hubieran nacido de huevos de incubadora… … porque todos tienen gustos diferentes… … como si no tuvieran una misma madre…”.

El lado bueno. Los alumnos “medio pupilos” contaban con mayor tiempo de convivencia en el colegio que los alumnos de media jornada. Esto les brindaba una mejor oportunidad para hacer camaradería con los otros compañeros “medio pupilos”, y también con algunos límites, con los mismos padres franciscanos. Esto último tenía, al decir de mi Padre y de mi Tío Luis, algunas ventajas a la hora de estudiar en el colegio, y sobretodo al momento de dar lecciones y de rendir exámenes.

Recuerdo también, pero sin ningún tipo de detalles, que ambos, Bernardo y Luis, narraban sus “fechorías” hechas con otros compañeros en el entorno del colegio, los patios y las galerías de los claustros. Esto, creo, estaba “facilitado” por el mayor acercamiento a los padres franciscanos y a la mayor permanencia de los chicos en el colegio.

Entiendo que fue ese arraigo por el colegio San Buenaventura, por la educación impartida por los padres franciscanos y también lo heredado en su casa paterna, lo que hizo que mi Padre Bernardo nos llevara, introduciéndonos en la fe católica, a asistir a la misa de las 10 horas de la mañana de todos los domingos en la Iglesia Basílica San Francisco de Mendoza. Recuerdo que siempre entrábamos a la iglesia de la mano de mi Padre, mi hermano Bernardo a un lado, yo al otro, y caminábamos hasta el Altar Mayor para ubicarnos en un “lugar preferencial”, a la izquierda de la mesa de ceremonia y a metros del celebrante. Recuerdo que cualquiera fuera la época del año, el sol de las 10 horas de la mañana entraba por los tragaluces de la cúpula del Altar Mayor, iluminando de sobremanera la escena, y a veces, sobretodo en el invierno, calentando “tímidamente” nuestros cuerpos. Este es uno de esos recuerdos de mi infancia que está presente en mí, desde que yo “tengo uso de mi razón”.


Ingreso de la Iglesia Basílica de San Francisco de la ciudad de Mendoza, en la esquina de Avenida España y Necochea 
(Foto del archivo de Caminoamendoza.com [2])


 Altar Mayor de la Iglesia Basílica de San Francisco de la ciudad de Mendoza.
                                                          (Foto del archivo de C.Rozay@voyagevirtuel.info [3])

Las chicas, mis Tías Rita y Dominga Emilia, fueron al colegio de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús ubicado en la esquina de las calles Salta y Lavalle a una cuadra de la Iglesia Catedral de Nuestra Señora de Loreto de Mendoza. Ellas también fueron “alumnas medio pupilas”, pues debieron adaptarse al mismo régimen de viajes diarios entre la casa en Chacras de Coria y la ciudad de Mendoza.


Colegio de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús ubicado en la esquina de las calles Salta y Lavalle 
(Foto del archivo de Panoramio de “Profe Sergio” [4])

La enfermedad de poliomielitis del Papá

A temprana edad mi Padre Bernardo contrajo poliomielitis que afectó la motricidad de su pierna izquierda. No sé exactamente a qué edad ocurrió, pero creo haber escuchado que fue a sus catorce años de edad, y con alguna certeza puedo afirmar fue durante su adolescencia.

Esa enfermedad, la poliomielitis o parálisis infantil, fue causa de alta mortalidad infantil por epidemias en la Argentina en las décadas de 1910 hasta prácticamente el año 1960. Por suerte para las generaciones posteriores se trató de una enfermedad que fue erradicada del conocimiento popular en la Argentina gracias a las vacunas desarrolladas por el Dr. Salk desde el año 1955 y años posteriores. Recuerdo con mucho detalle la forma en que en nuestra escuela primaria se dieron a conocer los síntomas de la enfermedad y las precauciones y profilaxis que debían observarse para prevenir contraerla. Recuerdo también, desde la óptica de un niño entre siete y ocho años, cómo las vacunas eran distribuidas y aplicadas en forma masiva en las escuelas durante esos años.

Mi señora Mónica Dufour Fuschini describió en su historia “… Patricia, Gustavo y yo durante la epidemia de poliomielitis - Año 1956…”, editada en su blog [5], una dura vivencia narrada con ajustada veracidad sobre lo que a su familia le tocó vivir en suerte, a propósito de los sucesos ocurridos por la terrible epidemia de poliomielitis infantil que afectó a la Argentina en los años 1955 y 1956.

 

Todos los niños argentinos que vivimos esos momentos asociamos los acontecimientos de esos años con recuerdos similares a los descriptos por Mónica.


Vistas las cosas hoy con una mirada retrospectiva, debo decir que mi Padre fue un sobreviviente de esa enfermedad en las primeras décadas del Siglo XX, tiempo en el cual las vacunas y los antibióticos no existían.

El tratamiento de su poliomielitis y los largos períodos de rehabilitación al que fue sometido mi Padre en Mendoza y en Buenos Aires, llevó a que tuviera que permanecer lejos del ámbito familiar y a que perdiera al menos, un año de su escolaridad secundaria. En todo ese periplo entre Mendoza y Buenos Aires y en las prolongadas estadías en esta última ciudad, mi Padre Bernardo estuvo acompañado por mi Abuela Encarnación, y muchas veces se alojaron en la casa de Josefa Martinez Martinez de Lobazzano, hermana del Abuelo Bernardo, y de su hija, la Tía Aurelia Lobazzano Martinez, en la Avenida Corrientes al 3400 de la ciudad de Buenos Aires.


Este es un viejo cartel de la vía pública, indicador de la Avenida Corrientes de Buenos Aires, mostrando la dirección y la numeración hacia el 3900 y el 4000. Me imagino que éste u otros carteles similares, han de haber sido vistos por el Papá mientras recorría esa avenida de Buenos Aires cuando vivía en la casa de la Tía Aurelia en Avenida Corrientes al 3400.
(Foto del archivo de Eduardo Martinez Wurster)


La estadía del Papá en Buenos Aires durante la rehabilitación de su poliomielitis, Año 1926 ó 1927. Luego en esta casa el Papá vivió y allí estudió su carrera universitaria de medicina en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires, entre los años 1930 ó 1931 a 1939. De izq a der: la Abuela Encarnación Rosell Boher de Martinez, mi Padre Bernardo y Josefa Martinez Martinez de Lobazzano, una de las hermanas del Abuelo Bernardo, en su casa de Avenida Corrientes al 3400 en la ciudad de Buenos Aires.
(Foto del archivo de Eduardo Martinez Wurster)

Durante estas ausencias de mi Abuela de la casa familiar, fue Victoria Cabanat quien tomó la responsabilidad y las “riendas” de los quehaceres domésticos de la casa familiar, del mismo modo que años después lo haría cuando falleció la Abuela en 1931, y también cuando, viviendo con mis Padres Bernardo y Mausy, sucedió el fallecimiento del Papá en Abril de 1955.

Como mencioné en otra de estas “Historias de mi Familia” [6], Victoria fue el pilar incondicional de mi Madre Mausy en la educación y crianza de nosotros, los hijos de Mausy. Haciendo ahora una mirada retrospectiva más amplia, debo decir que Victoria Cabanat también fue un “pilar incondicional” de la Abuela Encarnación desde el año 1926 en adelante a partir de la poliomielitis del Papi, y también, del Abuelo Bernardo hasta su muerte en Agosto de 1942 desde el fallecimiento de la Abuela en 1931.

Creo, en suma, que Victoria Cabanat fue soporte de dos familias sin claudicaciones, la de los Martinez Rosell primero, y la de los Martinez Wurster después.

Creo que la primera foto que ilustra esta historia es muy representativa de mi familia. Es la única foto que tenemos de la familia incluyendo a mis Padres, a mis hermanos y a Victoria Cabanat. Esta foto es, por cuestiones del destino, la última foto que nos sacamos los cinco, en el mes de Enero de 1955.

Cosas en común entre los hermanos Bernardo y Luis

Bernardo y Luis compartían varias cosas en común.

Yo no sé si esta afinidad entre hermanos era producto de la diferencia de edades respecto de su hermano mayor, Fernando, o era porque Bernardo y Luis compartían muchas horas juntos en el Colegio San Buenaventura a pesar de que no iban a los mismos cursos. Pero lo concretó era que entre mi Padre y mi Tío Luis surgió, como ellos siempre refirieron, un “feeling” especial entre hermanos.

Compartían muchos gustos, alguno que otro deporte. Mi Padre Bernardo, a causa de la secuela de su enfermedad, sólo practicaba natación y ciclismo, en tanto su hermano Luis era un deportista innato. Ambos se acompañaban con frecuencia en la práctica de esos dos deportes.

Ambos tenían una pasión poco común por la música. En particular tenían una notoria predilección compartida por el jazz. Al regreso de aquellos viajes a Buenos Aires con la Abuela Encarnación, mi Padre traía lo último en jazz que se editaba en las disquerías de la Capital. El gusto por este estilo de música se convirtió rápidamente en un fanatismo el cual llegó a un punto tal que en cada viaje que mi Padre hacía desde Buenos Aires, durante el cursado de su carrera universitaria de medicina, siempre traía para compartir con mi Tío Luis las últimas novedades sobre las canciones, orquestas y solitas de jazz. En pocos años lograron así reunir en la casa de Chacras de Coria una fantástica colección de discos, constituida en su mayoría por discos de pasta.

Bernardo y Luis disponían para escuchar “su música” un lugar apartado de la casa de los Abuelos, suficientemente alejado como para no alterar la vida y las costumbres de sus Padres Encarnación y Bernardo, y de sus hermanas Rita y Emilia Dominga. El Abuelo les había regalado un fonógrafo a cuerda, una victrola marca RCA Victor, la del “perrito”, aparato que nosotros alcanzamos a conocer arrumbado en un rincón de la que había sido, otrora, la “sala de música” de Bernardo y Luis. El aparato en tales condiciones aún funcionaba cuando nosotros lo conocimos, con la única observación que, para nosotros que ya “teníamos acostumbrado el oído a otra tecnología”, esa victrola sonaba como si se estuviera “sacando viruta de los discos” entremezclada con algunos sonidos musicales. La mencionada “sala de música” no era otra que un ambiente amplio donde funcionaban los compresores empleados en el proceso de elaboración del vino, perteneciente a la infraestructura de la bodega. El Abuelo les había otorgado en definitiva ese lugar para que allí hicieran el batifondo que desearan sin afectar la vida de los demás.

Esta pasión por la música y por el jazz no terminó con la adolescencia ni con los años de “mozos”. Continuó durante los años en que ambos, Bernardo y Luis, formaron sus propias familias, y creo que tal fanatismo se “agudizó” desde el momento en que cada uno de los hermanos trasladó a su propio hogar aquellas colecciones de jazz las cuales debieron necesariamente duplicarse para que cada uno tuviese los mismos discos, con los mismos intérpretes y las mismas canciones. Luego vino el tiempo de los tocadiscos y de los “combinados”, de los discos de 78 rpm, 33 1/3 rpm y 45 rpm, y por último, los discos “long play”. Como no podía ser de otra manera, estas últimas innovaciones tecnológicas en materia discográfica fueron reemplazando a los discos de pasta, pero no los desplazaron de sus respectivos lugares de la discoteca.
 
Fue así cómo nosotros, mi hermano Bernardo, mi hermana Ana María y yo, también mis primos Luis Roberto, Cecilia y Alejandro Martinez Echeverría, los hijos de mi Tío Luis, crecimos, podemos decirlo así, escuchando jazz desde nuestros primeros días.

Por gusto o por culpa del ADN, el jazz pasó a las siguientes generaciones

Muchas de las canciones de jazz que nosotros escuchábamos en aquellos “tocadiscos” y “combinados” de los años ‘50 fueron, no hace mucho tiempo atrás, reeditadas por el cantante inglés Rod Stewart.

Cuando hace unos años atrás escuché estas nuevas versiones de aquellas “old great american songs” de todos los tiempos, sobrevinieron a mi memoria aquellos años de niñez en la casa de la calle Chile, tiempos en el que no íbamos al colegio todavía y pasábamos la mayor parte del día con Mausy y con Victoria en la casa paterna, haciendo nuestra “única y primera preocupación diaria”: jugar. En aquel medio ambiente familiar, pleno de protección y distensión a la vez que sólo sabe dar la seguridad de un “hogar”, escuchábamos aquella música que tanto complacían a nuestros padres.

Fue casualidad o causalidad, no lo sé, pero hace unos años atrás me encontré con mi primo Alejandro Martinez Echeverría, a quien en la Familia lo llamamos “Pepe”. En esa oportunidad comentamos acerca de las excelentes interpretaciones que Rod Stewart que estaban editando de esas “old great american songs”.

Recuerdo que Pepe se refirió a esas canciones con comentarios sobre las sensaciones de la niñez que en él habían sobrevenido al escuchar esa música, sensaciones “cuasi” similares a las que yo había sentido por el mismo motivo.  

Cuando recuerdo aquellos momentos de mi niñez y ese encuentro con Pepe Martinez Echeverría, creo entonces que aquel fanatismo de mi Padre Bernardo y de mi Tío Luis por el jazz fue definitivamente legado a sus respectivos hijos de diferentes formas, y también, con diferente “intensidad”.

Digo esto así porque nosotros, los Martinez Wurster, seguimos disfrutando del jazz cada uno a su manera porque la prematura muerte de mi Padre en Abril de 1955 nos “apabulló con remembranzas” que “nublaron nuestra visión” de ese nexo por el jazz que hasta ese momento había existido.

Pero en el caso de mis primos Luis, Cecilia y Alejandro Martinez Echeverría, ese fanatismo siguió por muchos años más, pues mi Tío Luis continuó “fogoneado” a su familia con sus interpretaciones propias de aquellas “old great american songs” en el piano, y también con su espectacular silbido que simulaba instrumentos de viento.

El perfeccionamiento de estas interpretaciones, junto con su madurez musical y una mayor dosis de fanatismo por el jazz, hicieron que el Tío Luis llevara su música así interpretada a cafés concert, de Mendoza y Buenos Aires, a reuniones de “jazzistas” de “entre casa”, y también a hermosas veladas de jazz que él mismo organizó en la bodega Chacras de Coria para el deleite de todos., bajo el nombre de “Jazz en la Bodega”.



Afiche mural del festival “Jazz tradicional como en casa”, que ilustra al Tío Luis interpretando jazz con su silbido. Este afiche se encuentra ubicado en el comedor de la casa de Chacras de Coria que perteneció a los Abuelos Martinez Rosell, en la pared sobre la chimenea de leña. Esta foto fue captada en Mayo de 2011. 
(Foto del Archivo de Eduardo Martinez Wurster)

Pero quizás la mayor expresión de tal gusto por el jazz, o por “decisión de su ADN, se ha manifestado en Eduardo Martinez Biaiñ, el hijo de Luis Roberto Martinez Echeverría y Virginia Biaiñ, y nieto de mi Tío Luis.

Eduardo es un joven profesional de la música, es un excelente intérprete de instrumentos de viento y mejor saxofonista. Eduardo estudió en el Conservatorio de la Universidad Nacional de Cuyo “contra viento y marea” a pesar de la opinión de quienes “pretendían”, como lo hubiera hecho yo, que el hijo estudiara “una carrera con salida laboral promisoria”.

Eduardo Martinez Biaiñ siguió lo que su vocación le impuso y hoy interpretar el jazz en la prestigiosa “Sparkling Big Band Jazz” de Mendoza.


Concierto de jazz de la “Sparkling Big Band” en Mendoza
(Foto del archivo de Eduardo Martinez Biaiñ)


Un “break” en los ensayos de la “Sparkling Big Band” en Mendoza
Eduardo Martinez Biaiñ y su saxo, a la derecha de la foto.
(Foto del archivo de Eduardo Martinez Biaiñ)

Los Padres de Eduardo Martinez Biaiñ, Luis Roberto y Virginia, sus hermanos y primos han sido los primeros fanáticos que lo apoyaron. y continúan haciéndolo, en todos los conciertos, ensayos y reuniones de “entre casa” que la “Sparkling Big Band”, o sus miembros, brindan en distintos escenarios. Si les interesa saber sobre el jazz de esta banda, les recomiendo buscar en la siguiente referencia algunos artículos publicados sobre “La Sparkling” y escuchar algunos de sus temas editados y disponibles en la Internet, a través de You Tube. [7]




Noche de jazz en una reunión de  “entre casa” en el mes de Mayo de 2011, en la vieja casona de Chacras de Coria del año 1900 que perteneció a los Abuelos Martinez Rosell.
De izq. a der.: Mi primo Luis Roberto Martinez Echeverría, yo Eduardo Martinez Wurster, mi primo Alejandro Martinez Echeverría y el saxofonista Eduardo Martinez Biaiñ (el hijo de mi primo Luis Roberto Martinez Echeverría) 
(Foto del Archivo de Eduardo Martinez Wurster)

Tal como lo dice el dicho: “Lo que Natura no da, Salamanca no presta”

No tengo dudas que si mi Padre Bernardo hubiera vivido más tiempo, hubiera compartido su dedicación por la medicina, acompañado al Tío Luis en su camino por el jazz.

En ese sentido pienso que si las cosas se hubieran dado de otro modo, la “naturaleza” posiblemente hubiera despertado en mi hermana Ana María, como último recurso, un eventual baluarte para la música, porque ni Bernardo ni yo, quienes fuimos “sometidos al juicio de Salamanca”, dimos muestras concretas de tener por algún rincón de nuestro cerebro algún gen por la música.

Digo esto de que no se despertó ningún gen por ejecutar música con algún instrumento en mi hermano Bernardo, tampoco en mí, porque Mausy recurrió a “Salamanca” para cerciorarse si la universidad nos podía “prestar” de por vida aquello que la naturaleza no nos había “dado”.

Lo que Mausy intentaba hacer era descubrir en nosotros alguna afinidad posible con la música, y si ella tenía suerte, en el mejor de los casos, alguna “veta artística”. Pero para anticipar el resultado, les digo que Mausy no tuvo suerte.

Las cosas se desarrollaron así. Un buen día, por allá por los años 1956 ó 1957 a Mausy se le ocurrió la “bendita idea” que sus hijos estaban muchos tiempos jugando. Le decía a Victoria “… los chicos tienen que estar más ocupados…”, además de la escuela y de hacer sus deberes. Así fue que Mausy se le ocurrió recurrir a “Salamanca” para ver si algo nos podía “prestar” de por vida. Así fue que nos llevó a la Escuela Superior de Música de la Universidad Nacional de Cuyo, que en ese momento funcionaba en la Avenida España de la ciudad de Mendoza frente a la Plaza San Martín, entre calles Gutierrez y Necochea, en donde hoy hay un hotel en la esquina, luego un edificio de oficinas y una sede bancaria.

Recuerdo que pasamos primero por la secretaría de la Escuela donde ya estábamos registrados, gracias a una entrevista previa de la que sólo Mausy sabía. Es decir, que esto de recurrir a “Salamanca” era ya una cuestión premeditada. De allí nos derivaron a los tres, Mausy, mi hermano Bernardo y yo, a entrevistarnos con el Profesor Director del Coro Universitario. Caminamos por varios pasillos entre aulas desde donde “surgían” armoniosas notas musicales de violines, guitarras y algún clarinete, creo. Pronto llegamos al aula del Profesor del Coro, quien nos recibió amablemente y le dijo a Mausy:

“… Señora, deje los chicos que nosotros vamos a ensayar con este coro de niños,…  y de paso veo las aptitudes de sus hijos para la música…”.

Recuerdo que en cuanto Mausy dejó la sala el Profesor comenzó ejercitando las voces de los otros chicos, los del coro. A los pocos minutos, al tiempo que los chicos del coro “precalentaban” sus cuerdas vocales, el Director se dirigió hacia donde estábamos Bernardo y yo, en un rinconcito de la sala, algo “apichonados”. Había llegado nuestro turno de demostrar las aptitudes artísticas hasta ese momento ocultas, pero que por cierto, estaban por ser definitivamente descubiertas, para el Profesor, para mi Madre y para nosotros.

Primero fue el turno de Bernardo, luego el mío. Y así empezó:

“… a ver Bernardo, entone lo que yo voy a cantar…”, “… de nuevo, entone esto otro…”, “… a ver, otra vez, pero con ganas…”, “… suficiente, Bernardo. Venga Eduardo…”. Entone lo que yo voy a cantar…”, “… de nuevo, cante esto otro…”, “… a ver,  otra vez,… suficiente…”.

En definitiva, así como empezó, terminó. Tres veces cada uno fueron suficientes para descubrir lo oculto y el Profesor presagió su veredicto:

“… Bernardo y Eduardo, ustedes quédense aquí que yo voy a seguir con mi clase de coro,… después hablaré con vuestra Madre…”.

Allí y así terminó “nuestra audiencia” en “Salamanca” sobre la aptitud de nuestro “oído musical”, o dicho de otro modo, para saber si estábamos en condiciones de que “Salamanca” nos prestara lo que la naturaleza no nos había dado. Cuando llegó Mausy, cosa que ocurrió dos horas después, el Profesor fue “directo al grano”, sin recurrir a ningún manual de diplomacia para calificar nuestras aptitudes por la música:

“… Señora, sus hijos no sirven para cantar, menos aún, para ejecutar algún instrumento musical. No pierda Usted su tiempo…”.

Tomamos el tranvía de la Línea 3 que hacía un recorrido circular entre el Centro y el Parque en la esquina de Avenida San Martín y Gutierrez. En ese viaje en tranvía del orden de 20 minutos no hablamos nada entre los tres, sólo se escucharon el rechinar de las ruedas contra los rieles y la orden de la Mamá cuando debimos bajarnos en la esquina de Avellaneda y Paso de los Andes para luego llegar a la casa.

Así fue como Mausy desistió todo intento suyo por descubrir en nosotros alguna “veta artística oculta”, y yo, unos cuantos años más tarde, entendí en este ejemplo de la vida que “… lo que Natura no da, Salamanca no presta…”.

La carrera de medicina de mi Papá en la Universidad de Buenos Aires

Mi Padre Bernardo, como mucho de nosotros lo hicimos a nuestro tiempo, tuvo que alejarse de su hogar familiar entre los 17 y 19 años para realizar sus estudios universitarios. Mi Padre eligió, seguramente siguiendo su vocación, estudiar la carrera de medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, en la ciudad de Buenos Aires

Para ello debió trasladarse a esa ciudad y vivió en la casa de la Tía Aurelia Lobazzano Martinez en la Avenida Corrientes al 3400, entre los años 1930 ó 1931 y 1939. Al término del cursado de su carrera, Bernardo se recibió de médico cirujano e hizo el internado de médico residente en el Hospital de Clínicas de la ciudad de Buenos Aires y se especializó en cirugía torácica en  la Clínica de los Doctores Finochietto en Buenos Aires.

El retorno del Papá a Mendoza, en el año 1939

Cuando terminó el internado y con una práctica intensiva como médico cirujano en el año 1939, el Papá se trasladó a la ciudad de Mendoza en donde ejerció su profesión hasta su fallecimiento en Abril de 1955. La práctica de su profesión la desarrolló en el ámbito privado y en el sector público. Allí ocupó cargos en instituciones de sanidad nacional y provincial, en los hospitales y clínicas de Mendoza, en entidades sin fines de lucro, Como dirigente ocupó cargos en asociaciones profesionales de la Medicina de Mendoza, y fue docente y directivo de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Cuyo.

Como en todos los tiempos y para todas las profesiones, el comienzo del ejercicio de su profesión en este país no fue fácil. A pesar de que mi Padre contaba con el apoyo económico del Abuelo, y también, con el reconocimiento de la sociedad de Mendoza por el lugar que la Abuela Encarnación había alcanzado por su bonhomía por sus obras de beneficencia, empezar a trabajar en Mendoza como médico no le fue fácil y debió luchar durante sus casi quince años de ejercicio de la profesión, entre 1939 y 1955, contra todo tipo de problemas, de los cuales los políticos corporativos fueron, por lejos, los más complicados y difíciles de sortear.

Con el tiempo, su carrera profesional se afianzó, alcanzando el Papá el respeto de sus colegas profesionales a nivel provincial y nacional, por su capacidad técnica, por su visión y toma de decisiones precisas y correctas, y por sobretodo, por su hombría de bien.

Todos estos méritos del Papá los conocimos muchos tiempo después de su fallecimiento, cuando por la calle o en alguna reunión nos hacíamos conocer y allí recibíamos los mejores recuerdos sobre la persona de nuestro Padre. Mi hermano Bernardo pudo recoger más cálidos y mayor cantidad de los recuerdos de los médicos colegas del Papá, en la oportunidad de ingresar a la misma Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Cuyo, donde el Papá trabajó y dejó muy buenos amigos en el año 1955, y de la cual mi hermano Bernardo egresó con el título de médico en el año 1970.

En esos casi quince años de ejercicio de profesión que ya mencioné, el Papá desarrolló muchos trabajos, algunos entremezclados con los avatares de la política tumultuosa de todos esos años, pero todos relacionados con su pasión por la medicina y la cirugía. La mayoría de los cargos públicos que ocupó fueron obtenidos por concurso de antecedente, mérito y oposición. Este simple detalle, muy común años atrás pero casi desconocido en estos días, explica de alguna manera que nosotros, sus hijos y su esposa Mausy, hayamos recibimos durante muchos años los mejores elogios sobre su persona. El Papá fue:
  • Médico Cirujano con consultorio privado a partir de 1940 hasta 1955.
  • Jefe de los Servicios de Cirugía de los Hospitales de Mendoza
  • Jefe de la Oficina de Sanidad del Ministerio de Salud Pública de la Nación Argentina.
  • Miembro de la Confederación General de Profesionales Regional Mendoza hasta 1955.
  • Médico Auxiliar del Departamento de Higiene del Ministerio del Interior de la Nación (desde Junio 1942).
  • Médico cirujano del Hospital Central en comisión para el terremoto de San Juan de año 1944.
  • Médico Jefe de Clínicas del Servicio Mixto de Cirugía en el Hospital José Néstor Lencinas dependiente del Ministerio de Salud Pública de Mendoza (hasta Setiembre de 1951).
  • Jefe de los Servicios de Cirugía de los Hospitales de Mendoza desde 1948 a 1955
  • Médico Cirujano Practicante de la Policía Federal Argentina – Sección Sanidad del Departamento Central de Policía Delegación Mendoza desde 1940 a 1943.
  • Médico Cirujano de la Policía Federal Argentina - Departamento Central de Policía Delegación Mendoza desde 1943 a 1955.
  • Médico de Sanidad Aeronáutica y Aviación Sanitaria, dependiente de Salud Pública de la Nación, desde 1948 hasta 1955.
  • Médico del Aeropuerto Civil de la Base Aérea Militar de El Plumerillo, en Mendoza, dependiente de las Fuerzas Aéreas Militares, Secretaría de Aeronáutica hasta 1955.
  • Médico de Necropsias y Taxidermista del Instituto de Criminología y Medicina Legal del Ministerio de Gobierno de la Provincia de Mendoza hasta 1955.
  • Médico taxidermista y Profesor adjunto de la Cátedra de Taxidermia de la Facultad de Ciencias Médicas "Dr. Tomás Perón" de la Universidad Nacional de Cuyo hasta 1955.
  • Profesor Adjunto por concurso de antecedentes de la Cátedra de Anatomía Normal de la Facultad de Ciencias Médicas "Dr. Tomás Perón" de la Universidad Nacional de Cuyo hasta 1955
  • Profesor de la Escuela de Medicina de Verano para Maestros de la Facultad de Ciencias Médicas "Dr. Tomás Perón" de la Universidad Nacional de Cuyo.
  • Secretario Técnico de la Facultad de Ciencias Médicas "Dr. Tomás Perón" de la Universidad Nacional de Cuyo hasta 1954.
  • Miembro de la Sociedad de Cirugía de Mendoza hasta 1955 y de su Comisión Directiva de la Sociedad de Cirugía de Mendoza.
  • Presidente y Médico de la Cruz Roja Argentina, Filial Mendoza hasta 1955.      

En la década de los años 40 ocurrieron hechos trascendentes para la cirugía de Mendoza, de los cuales el Papá fue partícipe activo, y también, mentor.

Por un lado, el Hospital Central se encontraba en etapas de construcción  y se estaba habilitando en forma parcial conforme avanzaban las obras. El Papá, como médico primero y luego como Jefe de los Servicios de Cirugía de los Hospitales de Mendoza,  era médico cirujano de ese hospital.

El día 15 de Enero de 1944 se produjo el terremoto de San Juan que dejó entre 10.000 y 13.000 víctimas mortales, más otra cantidad no determina de heridos. Debió  habilitarse de emergencia el Hospital Central con motivo del terremoto de San Juan en 1944, con posterioridad se fueron completando los distintos servicios.

En 1947 la Universidad creó el Instituto de Medicina para Graduados, que cumpliría una proficua labor y sería el paso previo a la creación de la Facultad de Ciencias Médicas [8].  Con el período universitario de la cirugía (1950-1980) se inició una profunda transformación. En 1951 comenzaron los cursos con el Dr. Bernardo Martínez, uno de los iniciadores de la Cirugía Torácica, luego seguido por Dr. Gumersindo Sánchez Guisande en Anatomía y el Dr. Guillermo Oliva Otero en Histología.

En 1952 se fundó la Sociedad de Cirugía de Mendoza, por "conversaciones' entre los Dres. José Candisano, M. Floksztrumpf y Ernesto Martín. La primera Comisión Directiva fue presidida por el Dr. Ernesto Martín, colaborando con él los Dres. Francisco Rodríguez Ruiz Conde, José Candisano, Carlos Alcalde Lasalle, Manuel Ariza y Bernardo Martínez.

La herencia que nos dejó el Papá

El Papá se “fue” muy pronto de nuestras vidas.

A pesar de los pocos años que vivimos juntos, el Papá nos dejó una herencia muy rica, no desde el punto de vista económico porque los siguientes años y las varias décadas que continuaron fueron prolongados períodos de “vacas flacas” a pesar de los esfuerzos personales que hizo mi Madre Mausy.

La herencia del Papá fue el fruto de los valores morales, culturales y éticos que junto con mi Madre Mausy forjaron durante sus 13 años de matrimonio. Mausy supo inculcarnos todo ese acervo durante nuestra niñez y adolescencia, y también debo decirlo, siempre encontramos su consejo toda vez que recurrimos a ella, aún en tiempos en que nosotros ya habíamos formado nuestros propios hogares,

El Papá supo hacer muy buenos amigos en todos los ámbitos de su vida. Cultivó la amistad de sus colegas médicos, quienes lo respetaron como ser humano y como profesional de la medicina. Fueron estas cualidades humanas del Papá la parte más rica de la herencia que nos dejó. Fueron ellas las que permitieron a su esposa e hijos poder defenderse en esa nueva etapa de vida que comenzábamos. Fueron precisamente los colegas amigos de mi Papá quienes “abrieron las puertas” a Mausy para ella pudiera conseguir los trabajos que posibilitaron que ingresaran recursos económicos “frescos” a la casa.

El Papá también supo cultivar por muchos años, hasta su muerte, la amistad que había forjado con aquellos jóvenes que en la década de los ’40 fundaron el Club de Automóviles Sports de Buenos Aires. Estos hombres fueron quienes le facilitaron al Papá poder adquirir su Jaguar XK 120 del año 1950, color rojo, en una época en la cual las importaciones de automóviles superiores a 60 HP estaban totalmente vedadas a causa de las restricciones de post Segunda Guerra Mundial. Fueron estos mismos hombres quienes le abrieron las puertas a nuestra Madre Mausy para que pudiera vender el Jaguar en el año 1956 en las mejores condiciones para la familia, puesto que las finanzas de nuestra casa ya transitaban los que serían “largos períodos de vacas flacas”.

El Papá también nos legó, entre éstos sus propios valores de la vida, el saber encontrar amigos, quizás los más desinteresados, en aquellos que a pesar de no frecuentarlos “siempre estarán allí” para estrechar una mano.

No sé se trató de una casualidad, o de una jugada que el destino nos tenía preparados a los tres hijos de Bernardo, o quizás, algo relacionado con aquel legado del Papá sobre los autos sports. En Octubre de 2007 Ana María, Bernardo y yo tuvimos la oportunidad de reunirnos en el mismo Club de Automóviles Sports de Buenos Aires, en el cual el Papá y sus amigos se habrían reunido hace más de 55 años atraídos por la misma pasión por los automóviles.

En ese Octubre de 2007 allí estábamos los tres hermanos Martinez Wurster compartiendo la presentación que Bernardo hizo de su libro “Carlos Lepro’s Giulia: The first winning GTA” [9], junto con un grupo de amigos, también, unidos por la misma pasión por los autos. Esa noche de Octubre de 2007 la reunión fue en el seno del Club Alfa Romeo de Argentina.


El “coqueto” hall del Club de Automóviles Sports de Buenos Aires, Argentina, en la noche del mes de Octubre de 2007. 
(Foto del Archivo de Eduardo Martinez Wurster)



La noche de presentación del libro de Bernardo, “Carlos Lepro´s Giulia: The first winning GTA”, en el Club de Automóviles Sports. Los tres hermanos Martinez Wurster, más de 55 años después que nuestro Padre estuvo en el mismo Club. (De izq a der.: Yo (Eduardo), Bernardo y Ana María. (Foto del Archivo de Eduardo Martinez Wurster)




Noche de presentación del libro de Bernardo, “Carlos Lepro´s Giulia: The first winning GTA”, también noche de amigos del Club Alfa Romeo Argentina y tres bellas Alfa Romeo GTA
(Foto del Archivo de Eduardo Martinez Wurster)



Bernardo Martinez Wurster departiendo anécdotas con Andrea Viannini sobre 
la “perfomance” de las Alfa Romeo en Argentina y en los Grandes Premios de Turismo de 1965 y 1966.
(Foto del Archivo de Eduardo Martinez Wurster)


El libro “Carlos Lepro´s Giulia: The first winning GTA”, de Bernardo D. Martinez, M.D. de la Editorial White Fly.
 (Foto del Internet del sitio de White Fly [10]






[1] Colegio San Buenaventura de Mendoza (ver Referencias en Institucional – Reseña Histórica: http://www.sanbuenaventura.com.ar/




[5] “… El blog de Mónica… … con viejas historias de la familia…”: http://monicacha.blogspot.com.ar/2012/09/patricia-gustavo-y-yo-durante-la.html

[6] Blog “… Historias de mi Familia…”, Capítulo 023  “… Mi Madre Mausy y sus ancestros: los Wurster Baun…”: http://eduardomartinezwurster.blogspot.com.ar/2013/04/023-mi-madre-mausy-y-sus-ancestros-los.htm

[7] La “Sparkling Big Band”, su música y notas periodísticas:


-     El Diario UNO “La Sparkling, lo mejor del jazz local http://www.diariouno.com.ar/edimpresa/2009/12/17/nota232012.html

-         Mendoza – Ministerio de Cultura – La Sparkling Big Band deslumbró en el Independencia”

[8]  Dr. Eduardo Cassone – “Historia de la cirugía en Mendoza” - Revista Médica Universitaria, Volumen 1, Número 1, Diciembre 2005, ISSN 1669-8991
  
[9] “Carlos Lepro’s Giulia: The first winning GTA” Bernardo D. Martinez, M.D. – Editorial White Fly  Buenos Aires, Argentina: http://www.whitefly.cc/shop/product/250

[10] Editorial White Fly  Buenos Aires, Argentina: http://www.whitefly.cc/shop/product/250

4 comentarios:

  1. Me consta que te dió trabajo ... pero salió muy lindo el relato. Es un hermoso legado para nuestros chicos y nietos, para que descubran quien fue su abuelo y conozcan historias divertidas de toda la familia
    FELICITACIONES !!!

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  2. Como dice la Mónica, es una linda manera de conocer nuestros ancestros y de la historia de ellos.
    La herencia genética no es solo por el gusto música...., también los rasgos físico.
    Muy lindo y continuo llorando con todo!! ja,ja..

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  3. Releyendo hoy esta historia me convenzo cada día más, que es importantísimo rescatar las vidas de los seres queridos y legarlas a nuestros chicos.
    Algún día, cuando tengan tiempo y ganas de leerlo, lo valorarán !!!

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  4. Jorge Figueredo Rosell25 de enero de 2014, 20:43

    hola, leer toda esta historia me alegro mucho, gracias es realmente muy interesante, vivo en cuba de seguro se escapo algun rosell y vino hasta aqui jeje. saludos jorge..

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